Me encuentro postrado en una cama. La luz mortecina de
un día gris de invierno se filtra entre las cortinas de la
ventana. A mi lado, dos novelas de un autor anónimo reposan: una
llena de odio y tristeza, y la otra, de amor y esperanza. Dos obras
que desde siempre han formado parte de mí. Espero a que la muerte
haga su aparición. Tarde o temprano lo hará; solo tengo que esperar
a que el monitor cardíaco cante mi fin.
Un reloj de mesa da las dos de la tarde. El sonido
retumba por toda la casa, y ahoga el llanto de mis propios
pensamientos.
Desde donde me encuentro, puedo escuchar los lamentos y
risas de toda una vida pasada. Para no oírlos, me sumerjo en mis
recuerdos agridulces; solo espero encontrar uno que me lleve de la
mano a la tumba.
Y entonces los encuentro. Mis recuerdos. Sus recuerdos.
Los recuerdos que formamos juntos.
La encuentro a ella, y me zambullo en la marea de
nuestras memorias.
Recuerdo como si fuese ayer el primer día que nos
hablamos. Fue al principio de nuestro penúltimo año de instituto,
justo después de las vacaciones de Navidad; ambos teníamos
dieciséis años por aquel entonces, pero el aura que desprendía
ella era mucho más madura y solitaria. Había llegado ese mismo
curso al instituto, y ambos hacíamos ciencias, por lo que
compartíamos la mayor parte de las clases; sin embargo, no habíamos
intercambiado palabra. En realidad, ella no había intercambiado
palabra con nadie, o al menos no por iniciativa propia. No era una
persona tímida: siempre que alguien le preguntaba algo, respondía
con total seguridad y sin pensárselo dos veces. Creo que
simplemente, no le gustaba estar con la gente.
La recuerdo sentada en clase. No sé por qué, pero
siempre que pienso en ella, la relaciono con los días más fríos de
invierno, aquellos en los que las ventanas de clase estaban empañadas
por el calor de todos los alumnos en contraste con el frío de fuera.
La recuerdo siempre vestida de negro, gris o azul oscuro; creo que
nunca la vi vestida con colores alegres. Y siempre, siempre llevaba
una bufanda o un pañuelo, incluso en verano. Su cabello negro, largo
y liso, lo llevaba siempre suelto, y su flequillo solía cubrirle los
ojos.
Siempre había tenido curiosidad por ella, desde el
primer día que la vi, pero nunca tuve el coraje de acercarme a ella
y entablar una conversación. Probablemente fuese por las vibraciones
que transmitía; pensaba que si hablábamos, iba a pasar todo el día
con la cabeza gacha, lleno de tristeza.
El primer día que hablamos, me armé de valentía.
Durante las clases no me aproximé a ella, por eso decidí que a la
hora del recreo la seguiría a donde fuese. Sentía una gran
necesidad por escuchar su voz, o mirarla a los ojos por primera vez.
Ella era, para mí, el más grande enigma del universo. Y, para un
chico de dieciséis años, no había nada más excitante que
descubrirlo.
¡Hola, pececillos! ¿Cómo estáis?
¿Os ha gustado el relato de hoy? ¡Pues es el inicio de
un proyecto que acabo de empezar! La verdad es que es una novela a la
que llevo dándole vueltas un tiempo, y al fin la he empezado. Va a
ser una obra muy dramática, una novela de primeros amores, de
nostalgia y de melancolía. ¡Estoy muy emocionada! Mientras vaya
escribiendo, os iré trayendo fragmentos como el de hoy. Espero que
os guste^^
Me gusta un montón como escribes :O
ResponderEliminarMe acabas de dejar con ganitas de saber que pasa, ¿quién es él? ¿Y ella? ¿Qué les pasa? ¿La habla? T.T
Estaré esperando más noticias sobre tu proyecto♥
Besitos<3
¡Muchas gracias! Me acabas de alegrar el día^^
EliminarEn nada sabrás un poquito más :D Cuando acabe el primer capítulo (que empieza justo después del gif), os lo traeré completo^^
¡Besitos!<3