¿Me vuelvo escritora?

¡Hola, pececillos! ¿Cómo estáis?

¡Hoy os traigo una sección nueva! Ayer estuve dándole vueltas a esta idea en mi cabeza, y después de largo rato me dije: “¿Por qué no?”

Últimamente me siento muy inspirada y con ganas de escribir, así que he pensado que cada cierto tiempo os podría traer un pequeño relato, una pequeña historia de mi cosecha, para que me acompañéis en mi travesía “inspiracional”. El primer relato os lo traigo hoy, y solo os pido una cosa: ¿Me ayudáis a ponerle un título?

Paredes de hielo, ventanas de hielo, ojos de hielo, y tu piel, hielo.

Frío.

Gritos en el aire, gritos en la tierra, gritos en el alma, y en mi garganta, gritos.

No hay ruido.

No hay nada.

Oscuridad.

Mis manos intentan agarrarte, pero es imposible verte, no hay luz, no hay aire, no hay pasado ni futuro. Un mundo gris. Un mundo sin recuerdos.

Tu voz se pierde en el aire, tu aliento en mi nuca, pero no estás, no estás, no estás, y me desmorono, lloro pero no lloro, grito pero no grito, mi corazón se encoge pero no hay dolor.

No hay nada.

Tus manos me acarician la cara, la garganta, el pecho, el pelo, pero no te siento, tus manos no me dan calor, ni esperanzas, porque en realidad no estás, y es todo sufrimiento. ¿Por qué no te siento?

Entonces te veo y allí estás, el frío me calienta, los gritos no lamentan, y siento. Te siento. Me besas y te beso, en el cielo, el firmamento. Las estrellas gritan tu nombre y tú gritas el mío.

Un mundo rojo. Verde. Azul. Un mundo de color.

Y sé que hay. Hay algo. 

Porque aunque tú no estés, te tengo.